Praise God! I'm almost finished with my next book - Seeing God Through The Storm: Empowering Truths From the Book of Job.
After more than three years of writing, praying and waiting, it's wonderful to see this book nearing completion. I still need to do a last read-through, proofreading, and other final details. But Lord-willing I'll have it ready to send to my publisher by the end of May! Thank you so much for your prayers and encouragement through this long process.
Here's an excerpt from the book that I pray will encourage you today.
Chapter 20 - Brokenness
The knowledge of God’s eternal justice can comfort us in our storm (chapter 19). Whatever trials we’re going through now, we have an eternity of perfect happiness to look forward to. There are times though, when that doesn’t seem like enough, when eternity looks too far away. What are we supposed to do in the meantime? Is there nothing good in store for us while we’re still on earth?
Job asked similar questions. He said, My days have passed, my plans are shattered, and so are the desires of my heart (Job 17:11). Whatever good waited for him in eternity, Job felt he had nothing left on earth. His plans were shattered; his desires were dead. Job was a broken man.
Do you feel like Job? Does your life seem broken, shattered, empty?
As months of illness turned into years, I watched my world slowly collapse. My plans dissolved. My dreams for ministry, family, friendships, even little things like learning guitar, one by one went up in the smoke of my deteriorating health. My dreams died, and with them a part of me died too. I felt I had nothing left, just an empty heart crying out to God.
I know this breaking process isn’t something any of us would choose. Being broken involves dying—to one thing or many things. Ultimately it means accepting death of “self.” Paul wrote, I have been crucified with Christ and I no longer live, but Christ lives in me. The life I live in the body, I live by faith in the Son of God, who loved me and gave Himself for me (Gal. 2:20).
When we trusted Christ as our Savior, our sinful nature was spiritually “crucified,” meaning it’s no longer a dictator over us. However, it isn’t eradicated. We’re still attached to it. Many times our sinful nature influences us so that we choose “self” over Jesus.
In His faithfulness, God allows hardships in our lives to bring us to the point of brokenness. True brokenness is total abandonment of ourselves. It is unconditional surrender to Christ. In accepting brokenness, we willingly accept the death of “self”—death to our own will. Only when “self” has been dethroned in our hearts, can we learn how to let Jesus live His life through us.
Through the agony of my illness God was, in a sense, crushing me. But He wasn’t destroying me. He used a painful breaking process to show me my own heart—my selfish motives, self-righteousness, and self-reliance. When I was healthy and active, I rarely paid attention to those things. In my weakness, I couldn’t ignore them. When I reached the place where I had nothing left of myself to rely on, I finally realized that Jesus is all I need.
I’ve heard it said that every person who is greatly used by God is first deeply broken by God. I believe it! I wanted to serve God with my abilities and passions. I wanted to do things my way, in my own strength. God wanted me to abandon my own will and seek His will. He wanted me to learn how weak I am, so He could fill me with His strength. He wanted me to stop looking to things or people to fill my heart and let Him alone satisfy me completely. He wanted me to die to myself so that Jesus could reign in me!
Coming to the point of brokenness is a painful thing. But it is necessary. It’s not a punishment—it’s a preparation. Jesus said, I tell you the truth, unless a kernel of wheat falls to the ground and dies, it remains only a single seed. But if it dies, it produces many seeds (John 12:24).
After death comes new life! When we accept death of “self,” God teaches us how to walk in His life. God must bring each of us to the place where He is all we have and all we desire. Then we’ll be ready for Him to use us in ways we never imagined.
Living in dependence on Jesus instead of relying on self is a lifelong journey. One that begins with brokenness. As God pours His life into our hearts, we’ll see Him do more through us than we could ever do on our own! That’s why brokenness is the path to fruitfulness.
God took Job through a more difficult breaking process than anyone else has probably ever experienced. Job literally had nothing left, only anguish. But the LORD wasn’t finished with Job. Job didn’t know the rest of his story. He had no idea of the fruitful future God had in store for him. I don’t think we do either.
God has good plans for us while we’re on this earth—but they are His plans, not ours. Through brokenness we learn to lay down our desires, our lives, our “self,” and offer our broken pieces to God. As He reshapes them by His grace, we’ll be amazed at the beauty and magnificence of the dreams, plans, and Christ-filled life God has in store for us!
To be powerfully used by God requires brokenness. But take heart! Brokenness is the beginning of something beautiful.
Quebrantamiento
¡Gloria a Dios! Ya casi termino con mi próximo libro – Viendo a Dios a través de la tormenta: Verdades Capacitadoras del libro de Job.
Después de más de tres años de escribir, orar y esperar, es maravilloso ver este libro casi terminado. Todavía necesito darle una última lectura rápida, escanearlo en busca de errores y otros detalles finales. Pero confiando en Dios lo tendré listo para enviarlo a mi editor ¡a finales de mayo! Muchísimas gracias por sus oraciones y ánimo durante este largo proceso.
Aquí hay un capítulo del libro, el cual oro que te sea de ánimo hoy.
Capítulo 20 – Quebrantamiento
El conocimiento de la justicia eterna de Dios puede consolarnos en nuestra tormenta (Capítulo 19). Cualesquiera sean las pruebas que estemos pasando, tenemos una eternidad de perfecta felicidad que anhelar. Sin embargo, hay veces cuando eso sencillamente no parece suficiente, cuando la eternidad parece demasiado lejos. ¿Qué se supone que hagamos mientras tanto? ¿No hay nada bueno reservado mientras todavía estamos en la tierra?
Job hizo preguntas similares. Él dijo: “Mis días van pasando, mis planes se frustran junto con los anhelos de mi corazón.” (Job 17:11) Lo bueno que fuera que le esperaba en la eternidad, Job sentía que ya no le quedaba nada en la tierra. Sus planes se frustraban; sus anhelos estaban muertos. Job era un hombre quebrantado.
¿Te sientes como Job? ¿Tu vida parece quebrantada, frustrada, vacía?
Mientras los meses de enfermedad se convertían en años, vi como mi mundo lentamente se desplomaba. Mis planes se disolvían. Mis sueños para ministerio, familia, amistades, aún cositas como aprender a tocar guitarra, uno a uno se fueron diluyendo en el humo del deterioro de mi salud. Mis sueños murieron y con ellos una parte de mí. Sentí que no me quedaba nada, sólo un corazón vacío clamando a Dios.
Sé que este proceso de quebrantamiento no es algo que alguno de nosotros escogería. Ser quebrantado involucra morir – a una o varias cosas. En últimas, significa aceptar la muerte del “yo”, Pablo escribió: “He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí.” (Gá. 2:20)
Cuando confiamos en Cristo como nuestro Salvador, nuestra naturaleza pecaminosa fue espiritualmente “crucificada,” lo que significa que ya no es un dictador sobre nosotros. Sin embargo, no está erradicada. Todavía estamos unidos a ella. Muchas veces nuestra naturaleza pecaminosa nos influencia para que escojamos el “yo” en lugar de a Jesús.
En Su fidelidad, Dios permite dificultades en nuestras vidas para llevarnos al punto del quebrantamiento. El verdadero quebrantamiento es el total abandono de nosotros mismos. Es rendición incondicional a Cristo. Cuando aceptamos el quebrantamiento, voluntariamente aceptamos la muerte del “yo” a nuestra propia voluntad. Sólo cuando el “yo” ha sido destronado en nuestro corazón, podemos aprender como permitir que Jesús viva Su vida a través de nosotros.
Por medio de la agonía de mi enfermedad Dios estaba, en un sentido, triturándome. Pero no me estaba destruyendo. Usó un doloroso proceso de quebrantamiento para mostrarme mi propio corazón –mis motivos egoístas, justicia propia y autosuficiencia. Cuando estaba saludable y activa, raras veces prestaba atención a esas cosas. En mi debilidad no pude ignorarlas. Cuando llegué al lugar donde no quedaba nada de mí misma sobre lo cual descansar, finalmente caí en cuenta que Jesús es todo lo que necesito.
He escuchado decir que cada persona que es grandemente usada por Dios primero es profundamente quebrantada por Él. ¡Lo creo! Yo quería servir a Dios con mis habilidades y pasiones. Quería hacer cosas a mi manera, en mis propias fuerzas. Dios quería que abandonara mi voluntad y buscara la Suya. Él quería que yo aprendiera lo débil que soy, para poder llenarme con Su fuerza. Quería que yo dejara de esperar que las cosas o la gente llenaran mi corazón y que permitiera que sólo él me satisficiera completamente. Quería que yo muriera a mí misma para que Jesús ¡pudiera reinar en mí!
Llegar al punto del quebrantamiento es algo muy doloroso. Pero es necesario. No es un castigo –es una preparación. Jesús dijo: “Ciertamente les aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, se queda solo. Pero si muere, produce mucho fruto.” (Juan 12:24).
¡Después de la muerte viene vida nueva! Cuando aceptamos la muerte del “yo,” Dios nos enseña como caminar en Su vida. Dios tiene que traernos a cada uno al lugar donde Él es todo lo que tenemos y todo lo que deseamos. Entonces estaremos listos para que Él nos use en maneras que nunca imaginamos.
Vivir en dependencia de Jesús en lugar de confiar en sí mismo es un viaje de toda la vida. Uno que comienza con quebrantamiento. A medida que Dios vierte Su vida en nuestros corazones, ¡lo veremos hacer más a través de nosotros de lo que nunca podríamos hacer nosotros solos! Es por eso que el quebrantamiento es el camino al fruto.
Dios llevó a Job a través de un proceso de quebrantamiento que probablemente nadie más haya experimentado nunca. A Job literalmente no le quedaba nada, solamente angustia. Pero el Señor no había terminado con él. Job no sabía el resto de su historia. Él no tenía idea del futuro fructífero que Dios tenía reservado para él. Creo que nosotros tampoco sabemos acerca del nuestro.
Dios tiene buenos planes para nosotros mientras estamos en esta tierra – pero son Sus planes, no nuestros. A través del quebrantamiento aprendemos a deponer nuestros deseos, nuestras vidas, nuestro “yo,” y ofrecer nuestros pedazos a Dios. A medida que Él les da nueva forma por Su gracia, ¡estaremos asombrados ante la belleza de los sueños, planes, y vida llena de Cristo que Dios tiene reservados para nosotros!
Ser poderosamente usado por Dios requiere quebrantamiento. Pero ¡ánimo! El quebrantamiento es el comienzo de algo hermoso.
No comments:
Post a Comment