Today I’m delighted to
share this guest post from my mom. Enjoy!
In John 2:1-11, Jesus turned water into
wine. Nothing dramatic. Just a “small,” private miracle for His family and
friends of His family. Not at all in the same class as feeding 5,000 men with a
boy’s lunch or calming a wild gale or raising Lazarus from the dead.
But it was Jesus’ first recorded miracle.
I think I’ve never properly appreciated
that fact. I’ve often puzzled over the details…like how He spoke to Mary…how
His tone didn’t deter her from instructing the servants, “Whatever He says to
you, do it” (John 2:4b).
I’ve heard sermons on how this miracle
was Jesus’ stamp of approval on marriage—and I’m sure it was. But the last time
I read John 2, or maybe the time before that, I started thinking. This was
Jesus’ first public miracle. There must be more to it.
In His sovereign wisdom, I’m absolutely
sure that Jesus chose this miracle carefully. It wasn’t just the result of an
emergency lack of wine or His mother’s plea for help. Before He went to the
party, He knew they would run out of wine. He knew that He would provide more wine from water in the stone jars.
Why?
Was it about purification? Jesus made use
of the jars that usually held water for Jewish purification rituals. Was this
miracle symbolic of the purification Jesus came to bring for sinners?
Was it to demonstrate His authority over
the material world? Until that day, I’m guessing the disciples had no idea He
had such power. Even more, He showed power over time. It takes time to grow
grapes, to crush them and age the juice until it ferments. The best wine, they
say, is wine that has fermented the longest. And, according to the master of
the feast, this was the “best” wine. Jesus compressed all that time into a
minute—or maybe two.
Fill the jars with water. Draw out the
wine. Amazing! Unbelievable! Spectacular! A mind-boggling miracle just for a
small wedding party in a small town…just for His family and friends of His
family. A miracle that demonstrated that while Jesus lived in our time, He
wasn’t bound by our time. He created time, and—just like the wind and the
waves—He had power over it.
But there’s more.
A wedding party was a time of great joy.
A time of joy for the bride and groom. They’d been waiting a year or more to
begin their lives together. A time of joy for their families…and for their
friends. Can we say that Jesus didn’t just put His stamp of approval on
marriage that day? He put His stamp of approval on JOY.
“These things I have spoken to you so
that My joy may be in
you, and that your joy may be made full.” –John 15:11
(NASB)
By providing more wine for the feast,
Jesus provided for the celebration—the joy—to continue. We tend to think of
Jesus as a “man of sorrows.” And He was. But He was also a man of joy… joking
with His disciples, laughing with the children, sharing in the joy of the ones
He healed. I believe Jesus was showing us—He approves of joy.
And then there's the wedding feast
itself. At the beginning of His public ministry, Jesus attended a
wedding feast. He participated in it. He provided for it. He enjoyed it. And
somewhere near the ending of time as we know it, there is another
wedding feast, a feast that Jesus has already planned, already provided for. A
feast that will be a time of overwhelming—never-ending—joy!
Publicación de invitada: Reflexionando
acerca de un milagro
Hoy estoy encantada de compartir esta
publicación de mi mamá. ¡Disfrútenla!
Reflexionando acerca de un milagro – por
Jan Harris
En Juan 2:1-11, Jesús convirtió el agua en
vino. Nada dramático. Solamente un “pequeño” milagro privado para Su familia y
los amigos de Su familia. De ninguna manera de la clase de alimentar cinco mil
hombres con el almuerzo de un muchacho o calmar una horrible tormenta o
resucitar a Lázaro de la muerte.
Pero fue el primer milagro registrado.
Creo que nunca he apreciado ese hecho
adecuadamente. Con frecuencia he estado desconcertada acerca de los
detalles… como cómo le habló Él a María… como Su tono no la desalentó para
decirle a los que servían: “Haced todo lo que os dijere” (Jn. 2:5).
He escuchado sermones sobre cómo este
milagro fue la estampilla de Jesús de aprobación del matrimonio- y estoy segura
de que sí lo fue. Pero la última vez que leí Juan 2, o tal vez la ocasión
anterior a ésa, comencé a pensar. Este fue el primer milagro público.
Tiene que haber más al respecto.
En Su soberana sabiduría, estoy
absolutamente segura de que Jesús escogió este milagro cuidadosamente. No fue
simplemente el resultado de una emergencia por la falta de vino o la súplica de
Su madre por ayuda. Antes de ir a la boda, Él sabía que se les acabaría el
vino. Sabía que Él proveería más vino del agua en las tinajas.
¿Por qué?
¿Fue acerca de la purificación? Jesús usó
las tinajas que usualmente contenían agua para los rituales de purificación de
los judíos. ¿Fue este milagro un simbolismo de la purificación que Jesús vino a
brindar a los pecadores?
¿Fue para demostrar Su autoridad sobre el
mundo material? Hasta ese día, adivino que los discípulos no tenían ni idea que
Él tenía ese poder. Aún más, Él mostró poder sobre el tiempo. Toma tiempo
cultivar uvas, aplastarlas y madurar el jugo hasta que se fermente. El mejor
vino, dicen, es el que se haya fermentado por más tiempo. Y, según el
maestresala de la fiesta, este era el “mejor” vino. Jesús comprimió todo ese
tiempo en un minuto – o quizás dos.
Llenar las tinajas con agua. Sacar el
vino. ¡Asombroso! ¡Increíble! ¡Espectacular! Un alucinante milagro solamente
para un pequeño banquete de boda en un pequeño pueblo… solamente para Su
familia y amigos de Su familia. Un milagro que demostraba que si Jesús viviera
en nuestro tiempo, no estaría atado por nuestro tiempo. Él creó el tiempo y –
justo como con el viento y las olas – tenía el poder sobre él.
Pero hay más.
Un banquete de bodas era de gran alegría.
Un tiempo de gozo para la novia y el novio. Habían esperado un año o más para
comenzar su vida juntos. Un tiempo de gozo para sus familias… y para sus
amigos. ¿Podemos decir que Jesús no solamente puso su sello de aprobación para
el matrimonio en ese día? Puso su estampa de aprobación en el GOZO.
“Estas cosas os he hablado, para que mi
gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.” –Juan 15:11
Proveyendo más vino para el banquete,
Jesús proveyó para la celebración- el gozo- para continuar. Tendemos a pensar
en Jesús como un “hombre de penas.” Y lo fue. Pero también fue un hombre de
gozo… bromeando con Sus discípulos, riendo con los niños, compartiendo el gozo
con los que curó. Creo que Jesús estaba mostrándonos que aprueba el gozo.
Y entonces hay el banquete mismo de bodas.
Al comienzo de su ministerio público Jesús asistió a un banquete de
bodas. Participó en ése. Proveyó para ése. Lo disfrutó. En algún momento cerca
del final del tiempo como sabemos, hay otro banquete de bodas, un
banquete que Jesús ya ha planeado, para el que ya ha provisto. ¡Un banquete que
será de maravilloso gozo – de nunca acabar!
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