Today I’m grateful to share an article from a friend of mine. She’s been walking through a season of grief, as are many people these days. I hope her heart and perspective give you the gift of encouragement today.
Blessings,
-Joanna
Discomfort in Grief – Holding onto the Handle of Eternity
by Gene Dalais
“He will wipe every tear from their eyes, and there will be no more death or
sorrow or crying or pain. All these things are gone forever.” –Revelation 21:4 (NLT)
I met a new friend recently. Our kids were close in age. She mentioned that her parents and in-laws were such a support. I bit my lip and I listened. Before I knew it she had asked me where my parents live. How should I reply? I thought about it.
“Um, both my parents have passed away,” I replied. Short and brief, digesting that this was my story. Others were listening in to our conversation which made it even more painful to speak. Heaviness cloaked the room.
“What happened?” She asked. I commend her bravery for even asking. Most shut down at this point or change the subject.
“My father passed of cancer in 2011,” I replied. I swallowed hard and hoped my voice would not crack with emotion. “My mom passed in 2020, cancer too.”
Her eyes widened and with it, I received an emotional wallop.
I said my kids never met their grandfather. I shared that my kids had some good years with their granny before she passed. My mom lived in our home, what a joy to have her with us. My kids loved and remember their granny Gogs. (Gogo is the Zulu word for Granny, we just shortened it.) I am forever grateful for those years. I too once had that surefire support; I knew the perks of it. They were gone.
Where do I go when I am reminded that my parents no longer live on this earth? The anticipation of the age to come – eternity. Heaven is my hope. It is the only thing that sees me through my days of grief, or when the raw and sore surface again. I wish this was not my story. My kids are far too familiar with death in their little lives. We lost an immediate family member on my husband’s side to Covid-19. My children are resilient. They skip and dance and are full of life. They keep their joy despite the grief we have weathered.
I have wondered at times why others have all their family members intact. Then I recall God numbers our days. I have also watched people not appreciate their parents. I have thought about how final it is to not have parents. Some of my friends have parents that swoop in for the weekend to care for their kids. This is not my lot. What I do have – friends, friends that are like family. God has provided friends I can trust my kids with. I thank God for that.
I focus on what I do have and what I can thank God for. I have a God I can trust, a friend closer than a brother. I see this life as a huge tapestry, and when death and grief come, it seems like a big black knot of thread at the back of the tapestry with no purpose. I am too close to the tapestry to see the full picture. God can see that messy knotted thread. He knows what good can come out of it and be displayed on the other side of the tapestry of my life for his glory. He is the God who numbers our days. He walks alongside me in my pain.
I am choosing to trust that once I cross over to the eternal side, I will see what the heartache was for. When I reunite with my parents in all their wholeness and fullness, there will be a deeper understanding of the purpose. Perhaps I have to walk this grief experience to have the depth and character to walk with others in their grief and process the death of a loved one. Either way, I hold the handle of hope – eternity with Christ. There are two sides of the door and the handle connects one side to the other, one side I see and the other I long for.
Mensaje de invitada - Duelo y eternidad
Hoy estoy agradecida de compartir un artículo de una amiga mía. Ella ha estado atravesando una temporada de dolor, al igual que muchas personas en estos días. Espero que su corazón y su perspectiva te den el regalo de ánimo hoy.
Bendiciones
-Joanna
Incomodidad en el dolor - Aferrándose al mango de la eternidad
por Gene Dalais
“Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.” -Ap. 21:4
Recientemente conocí a una nueva amiga. Nuestros hijos tenían una edad similar. Ella mencionó que sus padres y suegros fueron un gran apoyo. Me mordí el labio y escuché. Antes de darme cuenta, me preguntó dónde vivían mis padres. ¿Cómo debería responder? Pensé en ello.
“Um, mis padres han fallecido,” respondí. Corto y breve, digiriendo que esta era mi historia. Otros estaban escuchando nuestra conversación, lo que hizo que hablar fuera aún más doloroso. La pesadez envolvió la habitación.
“¿Qué pasó?” preguntó. Admiro su valentía por siquiera preguntar. La mayoría se calla en este punto o cambia de tema.
“Mi padre falleció de cáncer en 2011,” le respondí. Tragué saliva y esperaba que mi voz no se quebrara por la emoción. “Mi madre falleció en 2020, cáncer también.”
Sus ojos se abrieron y con eso, recibí un golpe emocional.
Dije que mis hijos nunca conocieron a su abuelo, que tuvieron buenos años con su abuela antes de que ella falleciera. Mi mamá vivía en nuestra casa, qué alegría tenerla con nosotros. A mis hijos les encantó y recuerdan a su abuela Gogs. (Gogo es la palabra zulú para la abuela, simplemente la abreviamos.) Siempre estaré agradecida por esos años. Yo también tuve una vez ese apoyo infalible; sabía las ventajas de eso. Ellos se fueron.
¿A dónde voy cuando me recuerdan que mis padres ya no viven en esta tierra? El anhelo de la era venidera: la eternidad. El cielo es mi esperanza. Es lo único que me ayuda a atravesar mis días de dolor, o cuando la carne viva y dolorida vuelve a salir a la superficie. Ojalá esta no fuera mi historia. Mis hijos están demasiado familiarizados con la muerte en sus pequeñas vidas. Perdimos a un familiar inmediato del lado de mi esposo por Covid-19. Mis hijos son resistentes. Saltan y bailan y están llenos de vida. Mantienen su alegría a pesar del dolor que hemos soportado.
A veces me he preguntado por qué otros tienen a todos los miembros de su familia intactos. Entonces recuerdo que Dios cuenta nuestros días. También he visto a personas que no aprecian a sus padres. He pensado en lo definitivo que es no tener padres. Algunos de mis amigos tienen padres que pasan el fin de semana para cuidar a sus hijos. Este no es mi caso. Lo que sí tengo: amigos, amigos que son como familia. Dios me ha proporcionado amigos a los que puedo confiarles mis hijos. Doy gracias a Dios por eso.
Me concentro en lo que tengo y en lo que puedo agradecer a Dios. Tengo un Dios en el que puedo confiar, un amigo más cercano que un hermano. Veo esta vida como un enorme tapiz, y cuando llegan la muerte y el dolor, parece un gran nudo de hilo negro en la parte posterior del tapiz sin propósito. Estoy demasiado cerca del tapiz para ver la imagen completa. Dios puede ver ese desordenado hilo anudado. Él sabe lo bueno que puede salir de ése y mostrarse al otro lado del tapiz de mi vida para su gloria. Él es el Dios que cuenta nuestros días. Camina a mi lado en mi dolor.
Elijo confiar en que una vez que cruce al lado eterno, veré para qué fue la angustia. Cuando me reúna con mis padres en toda su integridad y plenitud, habrá una comprensión más profunda del propósito. Quizás tengo que caminar esta experiencia de duelo para tener la profundidad y el carácter para caminar con otros en su duelo y procesar la muerte de un ser querido. De cualquier manera, sostengo el mango de la esperanza: la eternidad con Cristo. Hay dos lados de la puerta y la manija conecta un lado con el otro, un lado veo y el otro anhelo.